Con ocasión del libro reportaje publicado en los setenta y cinco años del Real Madrid por Prensa Española, don Santiago Bernabéu escribió un prólogo que mantiene toda su viveza, fuerza y emoción. Aquí podéis disfrutar de la reproducción íntegra de la persona más importante que ha tenido este club en sus más de 100 años de historia.
“Nunca he creído en la Historia porque me ha dado la impresión de que el que la ha escrito ha sido parcial. Es muy difícil, en los pocos años de vida, dar testimonio y creer en lo que no se ha vivido, por muy buena fe con que se haya escrito…
Los setenta y cinco años de este club los he vivido, los siente primeros, como pequeño observador, y los sesenta y ocho siguientes, con una intensidad tan grande que me da la impresión de que ha sido toda mi vida.
En los primeros años los equipos vestían con pantalón largo, y en los años 1905 y 1908 (primera Copa de España) ya iban bien uniformados, con una copia evidente del fútbol inglés y con algunos jugadores tan españoles de corazón como extranjeros de nacionalidad: Parages, los Grilt, Berraondo, etcétera, todos “amateurs” y casi todos con buenos negocios. Este club, supongo, tendría entonces alrededor de 30 o 40 socios.
Luego vino la invasión de aficionados y hubo que vallar el campo de O’Donell y ahí empezó a construirse una tribuna de preferencia, para las familias de los jugadores, y la general, en la que había poco más de 600 u 800 espectadores.
Al exigir el dueño del terreno que se devolviera, esto produjo una conmoción tan grande que daba la impresión de que la sociedad se deshacía, y por fin se encontró la solución en el Velódromo de la Ciudad Lineal, en donde se arregló un espacio reservado precisamente para que fueran los padres y hermanas de los jugadores. Pero ya el público se acrecentó de una manera preocupante. Eran 4000 o 5000 personas.
Recuerdo que un socio del Madrid llamado Ignacio Valenzuela me dijo: “Nuestro común amigo Manolo Villareal tiene unos terrenos en la carretera de Chamartín, junto al Canalillo-era un canal de agua que atravesaba la carretera de Chamartín-, y los vendería en muy buenas condiciones.” Entonces intervinieron los directivos y se compró los que había de ser el estadio, con el chalé incluido, en una peseta noventa y cinco céntimos el pie.
Es curiosos que siempre los comentarios eran de desconfianza y se preguntaban todos “Pero este espectáculo, ¿para qué?”
Siempre he tenido una fe tremenda en la gente humilde y el público de fútbol lo era, con una enorme mayoría de obreros, y ellos se fueron creando una ilusión que ya desembocaba en lo que sería inmediatamente un gran espectáculo, de una envergadura tal que se llegó a la necesidad de construir el nuevo estadio de Chamartín, donde tantos millones de personas han presenciado este fenómeno mundial, con una preocupación social y quizá política de tal magnitud que nos hace a las personas responsables estar obsesionadas y con una preocupación grandísima.
Con este libro de recuerdos, con este trabajo con tanta ilusión preparado, quiero repetir que los madridistas y aficionados que nos apoyan y nos han empujado deben permanecer siempre en nuestro agradecimiento. Si ellos han sido felices con los éxitos y han sabido soportar los fracasos, yo por mi parte les deseo de todo corazón que lleguen a cumplir el centenario con la ilusión que ha sido mi vida: trabajar eligiendo personas que, bajo mi evidente modesta dirección, han hecho lo que Madrid capital de España se merece.”
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