Que el Real Madrid C. de F. está sufriendo una crisis de identidad es algo a día de hoy innegable. Lo que yo me pregunto es si al cabo de unos años seguirá llamándose así o será el Florentino C. de F.
Este “dios” que todo el mundo adora y que haga lo que haga bien hecho está, se ha propuesto pasar a la historia como el hombre que refundó el club que mayor gloria a nivel mundial tiene en el mismo momento del cambio. Poco o nada de lo que es (o era) el Real Madrid quedará en los próximos lustros si siguen cambiando las cosas al ritmo que se están haciendo.
Empezó modificando el Escudo del Real Madrid por un escudo de tintes corporativos. Podría parecer que al quejarme de esto peco de falta de conocimiento de la Historia de nuestro Club ya que a lo largo de sus 107 años se ha ido modificando en distintas ocasiones. Pero el fin no es el mismo. Las formas tampoco. Lo dijo el ‘tito Floren’ nada más ganar sus primeras elecciones; “el Real Madrid es una marca por explotar”. El trato que ha dado a un Club deportivo es el de una empresa, algo que nunca ha ocultado. Y uno de los primeros movimientos para fortalecer la “marca” fue el de crear un logo. Y aquí es donde entra mi pesar y mi cabreo. No ha sido la modificación del Escudo, si no la sustitución de éste por un logo comercial o empresarial, como queramos llamarlo (a parte de que es feo de cojones). Pero si lo hace el gafotas de Floren bien hecho está. Nadie dice nada. Nadie se queja.
Tras la modificación del primer signo identitario de los aficionados con su equipo llega el segundo y no menos grave. Con la excusa del Centenario del Club se crea un Himno cantado por Plácido Domingo que, cogiéndolo con mayor o menor agrado en general, no vimos mal porque se entendía como un acto más de la efeméride. Pero con el pretexto de dicha celebración este himno ha quedado como el oficial eliminando al de toda la vida; el de “… las mocitas madrileñas”. No pasa nada. Nuestro “dios” ha pacificado el madridismo y le seguiremos donde haga falta. Nadie dice nada. Nadie se queja.
Ahora llega la última propuesta. ¡¡Modificar la fachada del Estadio Santiago Bernabeu!! Quitar las paredes que si fuesen capaces de hablar nos contarían historias y leyendas de mitos del fútbol, remontadas imposibles, gloria, honor, sentimiento, épica y heroica. Pretende este maldito señor que cuando pase por la Castellana no reconozca mi propio Estadio. Aquel donde me crié. Ese lugar donde mamé el madridismo por los cuatro costados. Este hombre quiere privarme de emocionarme al levantar la cabeza al pasear por la principal arteria de la capital de España. Ya he visto como desaparecían los Escudos, no logos, de mi equipo con sus banderas a cambio de palcos VIP en las míticas torretas de lo que era el gallinero, hoy Grada Padre Damián. No le basta con quitar presión a los banquillos rivales y apoyo al nuestro por poner palquitos de tenis. No es suficiente con arrebatarnos nuestro Escudo, nuestro Himno. Ahora también nos quiere quitar nuestro Estadio. Nos borrará nuestra identidad y nadie dirá nada, nadie se quejará.
Lo peor son esos borregos chupasangres y lameculos que lo ven con buenos ojos. Esos señores de traje y corbata que en su puta vida se han ido afónicos a casa por animar a su equipo. Los mismos que presumen de haber podido disfrutar del Madrid ye-ye, de la ‘Quinta del Buitre’… ¿qué coño recordáis de ese Madrid? A estos vejestorios afectados por enfermedades degenerativas de la memoria hay que añadir a los ‘yupis’ treintañeros de familia bien que jamás pisaron una grada de pie porque se arrugaban sus trajes recién comprados antes de acudir a un partido. Los que en su vida han disfrutado de las victorias como otros lo hemos hecho porque no estaban ahí en las derrotas. Los que sólo viajan a las finales o a Liverpool para grabar el “You’ll never walk alone” en vez de animar a su quipo. Los mismos que desfilan 10 minutos antes de que acabe un partido cuando no se gana dejando el Estadio vacío a merced de los aficionados rivales. Esos hijos de puta que se ponen en pie para aplaudir a los culés, porque hay que ser muy hijo de puta para aplaudir al Barsa en el Bernabeu cuando te gana, y luego se felicitan de ello por los diferentes platós de televisión para presumir de “señorío” cuando precisamente el significado de esa palabra no lo han sabido nunca ni lo sabrán.
Al “todopoderoso” que dirige nuestro Club ¿o nuestra empresa? sólo le falta cambiar el color de nuestra indumentaria y el nombre, y con la impunidad de la que goza, al tiempo.
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