viernes, 16 de octubre de 2009

El secuestro de Don Alfredo

Sacado de tiempodedescuento.com

Alfredo Di Stéfano, probablemente el mejor futbolista de todos los tiempos, será recordado por todos como el símbolo del Real Madrid, un mito viviente en la Casa Blanca. Su juego y su entrega llevaron al conjunto merengue a convertirse en el mejor del mundo, y su fama llegó a todos los rincones del planeta. Pero eso, en alguna ocasión, le jugó una mala pasada a la saeta rubia.

Corría el año 1963, y el Real Madrid se encontraba en Caracas para disputar la Pequeña Copa del Mundo de clubes, un torneo extraoficial, similar al Mundialito de hoy día. Después del partido ante el Oporto, con victoria blanca, los jugadores regresaron a su hotel, el Potomac, para descansar. Di Stéfano compartía habitación con el defensa uruguayo Santamaría. Se avecinaban unas horas angustiosas para todos…

Cerca de las seis de la mañana sonó el teléfono en la habitación 219. Di Stéfano descolgó, y oyó al conserje del hotel diciéndole que había alguien en el hall que quería verle; el argentino hizo caso omiso, y siguió durmiendo, pero pocos minutos después sonó la puerta. Se encontró a unos policías sin mucha pinta de ello y, hablándole de una supuesta búsqueda de drogas, le dijeron a Don Alfredo que se fuera con ellos.

El futbolista, que poco o nada tenía que ver con aquella historia, se dio cuenta de la gravedad de la situación cuando le impidieron ponerse en contacto con nadie del club, y sobre todo cuando lo introdujeron en un coche con una venda en los ojos. Di Stéfano estaba siendo victima de un secuestro que daría la vuelta al mundo.

56 horas angustiosas
“No tenía sueño ni nada. Pasó un día y pensé que me iban a liquidar, que me iban a matar. Mi cabeza se rindió, asimiló todo lo que estaba pasando y pensaba que en cualquier momento venía uno y me pegaba un tiro”. Así cuenta su desesperación el futbolista en Gracias, vieja, su libro de memorias.

Pese a que el trato fue exquisito en todo momento por parte de los autores del secuestro, miembros del Frente Armado de Liberación Nacional Venezolano (FALN), quienes le repitieron a Di Stéfano que el objetivo era únicamente el de llamar la atención y dar a conocer su organización, y que no iban a pedir rescate económico, el futbolista nunca se vio tranquilo. “Creí que me mataban, porque eso nunca se dice. Se mata y punto”. En todo momento trataron de que comiera, aunque no había hambre, y se le mantenía informado de todo.

Tras dos días y medio de rapto, 56 horas exactamente, se le acercó uno de los cabecillas, Paul del Río, y le comunicó que ya se daban por satisfechos con el eco alcanzado, y que le iban a liberar. Pocos minutos después, le dejaron frente a la Embajada de España. Se había terminado el secuestro.

Sin embargo, la angustia continuó para Don Alfredo. A las horas ofrece una rueda de prensa, en la que tenía pensado contar todos los detalles, pero durante el acto el argentino vislumbra a dos de sus captores, atentos a lo que va a decir. La única condición que le habían impuesto para la liberalización fue que no dijera nada de la organización ni de sus miembros. Y así tuvo que hacerlo.

Aún en los últimos minutos en el país volvió a vivir otro susto. Una vez ya en el aeropuerto, iba custodiado por lo que en teoría eran miembros de la policía secreta venezolana, y en un momento dado uno de ellos se le acerca al oído y le susurra “Alfredo, lo hiciste fenómeno”. Era otro de sus secuestradores.

Al final, pudo volver a Madrid y ser recibido por su familia, tras un vuelo en el que estuvo especialmente nervioso. Lógico. Curiosamente, pocos días de su regreso, se estrenó la película La batalla del domingo, rodada antes del convulso viaje, y en la que Di Stéfano, que era uno de los protagonistas, era objeto de un secuestro…

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