Entramos en el segundo mes del 2010. Un año marcado, en lo deportivo, por el Mundial de fútbol que se disputará en Sudáfrica. Será algo atípico por lo exótico del lugar ya que es la primera vez que disfrutan en el continente africano de la máxima competición a nivel de selecciones. Ya en el 2002 se rompió la dinámica de Europa-América en la organización de los eventos. Incluso podríamos adelantarnos a 1994, cuando se disputó el Torneo en Estados Unidos deshaciendo así la dualidad América Latina-Viejo Continente.
Esta evolución es fruto del mercantilismo deportivo que somete a los valores clásicos de los juegos físicos. USA ’94 fue criticado en su día por disputarse en un país sin tradición futbolística anterior. El objetivo de la FIFA estaba bien fijado, Norteamérica era un importante mercado por explotar. Tal vez los aficionados no éramos aún conscientes de en que desembocaría todo lo que estaba sucediendo en torno al deporte rey. Se calificó de éxito aquel evento basándose en la asistencia del público en los Estadios y en las audiencias televisivas. Para mí fue un éxito porque Brasil deslumbró con su juego, una vez más, excepto en la aburrida final contra Italia. Porque Rumanía disputó un fútbol veloz y atractivo para el espectador haciéndonos gozar de una eliminatoria mítica contra Argentina. Bulgaria realizó un buen campeonato basándose en la cosecha de jugadores que juntó a principios de los 90 y porque Suecia fue una bonita revelación desplegando un fútbol hermoso. Así que lo de éxito es subjetivo: unos se basan en los números que dan dinero y otros en lo que hemos disfrutado viendo fútbol. Hasta no hace mucho pensé que el gran objetivo era este último, pero… Estados Unidos, como selección de soccer (que nombre más horrible, ¡por dios!) cayó en octavos en su Mundial pero desde entonces han progresado poco a poco hasta convertirse, a día de hoy, en un valor al alza. No puedo negar que no me agrada del todo que los yankees se entrometan en este juego, será por la animadversión en general que siento hacia ellos como nación, pero también tienen derecho a desarrollarlo y no van en mal camino, como se pudo comprobar en la Copa Confederaciones del 2009. Recordemos que nos eliminaron.
Una de cal y otra de arena. En el 98 vuelve el fútbol a Europa y en el 2002 se lo llevan a Japón y Corea. ¡Umm! Aquí ya se les ha visto el plumero del todo. La FIFA lo que hace es construir la casa por el tejado. En vez de crear escuelas donde desarrollar el deporte, potenciar sus ligas nacionales y crear una verdadera afición por el football se dedican a vender un producto lujoso a base de Mundiales de selecciones y Mundialitos de clubes , estos últimos sin ningún fundamento ni trabajo previo, como se comprobó en el esperpento de Brasil 2000, para después suspender el Mundialito que se iba a disputar en España, desarticular esta competición y acabar formando un híbrido de aquella con la Intercontinental (como la echo de menos) para lucirla en países raros, futbolísticamente hablando. Pero el objetivo está marcado en el horizonte: no quieren aficionados, quieren consumidores.
Vuelvo a Japón/Corea 2004 (“soberbio” también lo de dos países para un Mundial ¿verdad?). Fue un esperpento en todos los aspectos, como esos asiáticos tan graciosos con sus ojicos rasgados, contratados por la organización para lucir las camisetas y pancartas de las selecciones que disputaban un encuentro. Claro, al no poderse desplazar hasta allí los occidentales, pues “aficionados” de pega. Sólo los ingleses se movieron en masa, como no, convirtiendo cada partido de su selección en un espectáculo desde la grada. Precioso el God save the queen atronando a miles de kilómetros de distancia de Londres. ¡Ah! También viajó Manolo, el nuestro, con bombo incluido. ¡Vaya tela! Pero el insulto mayúsculo al deporte que otros rendimos pleitesía se fraguó en los terrenos de juego. Una de las selecciones anfitrionas tenía que llegar lo más lejos posible por decreto. Había que mantener los estadios llenos como fuese. No voy a entrar a valorar nuestros cuartos con “El Gandul” ese, ya que por todos es conocido. Es que lo mismo sucedió en octavos con Italia. No puedo negar que me descojoné al ver cómo le robaban el partido a los azzurris, pensando que ya era hora de que les pagasen con su misma moneda. Lo que no imaginaba era lo que vendría después. A la FIFA le salió redondo, Corea en semifinales y para la final un Brasil-Alemania. Vamos, ni que estuviese hecho adrede.
Siguiendo con el toma y daca que parece que se ha instalado, nos devuelven un Mundial a un lugar con tradición, como fue Alemania 2006 para luego volver a las andadas. Sudáfrica 2010 ¡tócate los cojones, Manolo! (el del bombo si queréis). Hasta el año pasado la FIFA buscó países con viabilidad para organizar un Mundial en menos de un año, entre los que sonó España, por los problemas de infraestructuras existentes en el país organizador. Esto nos lleva a una conclusión ¿qué tipo de criterio sigue la Federación Internacional de Fútbol Asociado para designar un país organizador? Está claro ya que ninguno deportivo, estructural, económico (en términos de desarrollo) o de seguridad.
Johannesburgo es la ciudad que mayor índice de delincuencia tiene en todo el mundo. Todo un atractivo para acudir a ver fútbol de manera segura ¿verdad? Se hablaba de que el ejército sudafricano establecería unos corredores entre los hoteles habilitados para el evento y los estadios. Me parece tercermundista y con tintes de apartheid vividos no hace mucho por millones de personas en ese país. A todo esto hay que unirle lo sucedido a la selección de Togo días antes de comenzar la Copa de África. Una vez más se impone el negocio al sentido común.
¿Cuántos aficionados se desplazarán a Sudáfrica de los distintos rincones del mundo para seguir a sus respectivas selecciones? A priori diría que sólo los ingleses, como es habitual en ellos. Por lo demás, cuatro ricachones alemanes, árabes, americanos y alguno de aquí y de allá. Pero no mucho más. Ya en la Confederaciones se comieron sus pronósticos teniendo que regalar entradas y aún así por televisión pudimos ver estadios semivacíos. La venta de tickets parece que no les está yendo tan bien como pensaban, cosa de la que me alegro. Deseo tanto que España gane el Mundial como que el fútbol negocio se hunda.
En esta entrada tenía en mente hablar de aspectos puramente futbolísticos, pero ya que me he quedado agusto azotando contra el mercantilismo deportivo, lo otro lo dejaré para una futura actualización del blog.
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