Hace tiempo que leí sobre esta curiosa de una autocanasta meditada desde el banquillo blanco que serviría para evitar un mal mayor y remontar fácilmente en casa. Me he encontrado con un artículo sobre este tema en el blog belfast-boy.blogspot.com y aquí os lo reproduzco para que podáis disfrutarlo.
Hace 50 años el baloncesto europeo era muy diferente al de hoy. Hace 50 años no existía la línea de 3 puntos (se instauró en 1984, tras los Juegos de Los Ángeles), ni las posesiones de 24 segundos (pocos años antes se habían instaurado los 30 segundos). Tampoco se sancionaba el campo atrás, ni existía el tiro libre adicional tras canasta. Hace 50 años aún era habitual ver jugadores que lanzaban los tiros libres a cuchara. Era aquel un baloncesto menos físico y menos sujeto a los sistemas tácticos.
Mucho ha cambiado el baloncesto en este medio siglo. Algunos de estos cambios han sido claves para el desarrollo de este deporte. Otros, nimios; cambios menores con repercusión apenas anecdótica. Por ejemplo, entonces no estaba prohibido que un equipo encestara adrede el balón en su propia canasta. Una norma que surgió, precisamente, hace 50 años.
El 18 de enero de 1962 jugaba el Real Madrid en tierras italianas, frente al Ignis Varese, el partido de ida de los octavos de final de la Copa de Europa. El equipo blanco estaba entrenado por Pedro Ferrándiz, eterno morador del banquillo blanco durante los años 60 y 70. Sobre la cancha, jugadores como Emiliano Rodriguez, Lluis Cortés, Carlos Sevillano, Lolo Sáinz, Lorenzo Alocén o la pareja estadounidense de pívots formada por Wayne Hightower y Stanley Morrison.
Las eliminatorias de Copa de Europa se disputaban entonces a doble partido, sumándose los puntos conseguidos en ambos partidos para conseguir el resultado total. No sólo era, por tanto, importante ganar (o perder), sino hacerlo por la mayor (o menor) cantidad de puntos.
Ante un pabellón repleto y un público enfervorizado (¡Forza Varese, Forza Varese!), el Real Madrid empezó mandando y a los pocos minutos ya vencía por 10-20. Durante todo el primer tiempo el equipo blanco disfrutó de diferencias a favor relativamente cómodas, llegando al descanso con una renta de ocho puntos (36-44). En la reanudación el Madrid resistió las embestidas del Ignis, manteniendo siempre la delantera en el marcador, aunque con diferencias cada vez más exiguas. A falta de dos segundos, el Ignis conseguía empatar el partido (80-80), siendo además eliminado por cinco faltas el madridista Morrison. En tan poco tiempo parecía difícil que el Madrid pudiera conseguir la victoria, por lo que el partido parecía conducirse irremediablemente hacia la prórroga. El desenlace, sin embargo, fue completamente inesperado.
Lluis fue el encargado de poner el balón en movimiento, pasándoselo a Lorenzo Alocén, que acababa de ingresar en la cancha por el excluido Morrison. Entonces Alocén, ante el estupor de los espectadores que rebosaban el pabellón, se elevó y encestó la pelota en su propia canasta. Sin tiempo para más, el equipo italiano vencía por 82-80.
Tras la sorpresa inicial, la primera reacción del público fue mofarse del jugador madridista, pensando que, presa de los nervios del momento, había cometido un imperdonable error que había entregado la victoria al equipo contrario. Fue el húngaro Toth, jugador del equipo de Varese, el primero en percatarse de lo que en realidad acababa de ocurrir. El fallo de Alocén no había sido tal, sino que había encestado intencionadamente en su propia canasta con la finalidad de evitar la prórroga.
Todo había sido, por tanto, una treta de Ferrándiz. El Madrid había perdido a Sevillano y Morrison por faltas y Hightower, el otro americano, llevaba minutos en la cancha renqueante. El entrenador madridista consideró entonces que una derrota por sólo dos puntos, fácilmente remontable en el partido de vuelta en Madrid, era preferible a una incierta prórroga con su equipo mermado y el equipo contrario alentado por la remontada y empujado por sus entusiastas aficionados.
La jugada ideada por Ferrándiz y llevada a cabo por Alocén se puede considerar poco deportiva e incluso dudosamente ética, pero era legal en ese momento, pues la FIBA no había contemplado que algo así pudiera ocurrir y, en consecuencia, no había reglamentado al respecto. A raíz de esta acción la FIBA se planteó una modificación del reglamento, castigando al equipo que hiciera algo así con una multa y exclusión de la competición.
Como Ferrándiz esperaba, el Real Madrid remontó la exigua diferencia en el partido de vuelta, logrando una holgada victoria por 83-62 y clasificándose así para la siguiente fase. El equipo llegó aquel año a la final, disputada a partido único en Ginebra contra el Dinamo de Tbilisi. Era la primera final de Copa de Europa que disputaban los madridistas. La victoria fue para los soviéticos por 90-83. Dos años después, el Madrid ganaba la primera de sus ocho Copas de Europa, venciendo al Spartak Brno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario