Menos mal que este año hay mundial.
El origen de esta actitud totalitaria, la base de esta futbolización de la existencia, está sin
duda en la invención del mercado de verano. La ausencia de partidos entre junio
y julio habría provocado una pavorosa laguna en el tejido mental del
aficionado. ¿Cómo superar este riesgo, cómo sobrevivir a los domingos sin
resultados, cómo atravesar la extensión de casi ocho semanas sin comentarios
deportivos? Precisamente con las adquisiciones de nuevos jugadores, o mejor,
con la discusión sobre su idoneidad. Y el mecanismo vuelve a engranarse, sin
dejar ni un ápice de existencia inmune al contagio.
El campeonato está suspendido, los jugadores están de vacaciones, pero
los directores deportivos trabajan en la sombra y el aficionado los sigue día
tras día, hora tras hora. Es el nacimiento del Peri-Fútbol, una dimensión
absoluta e ilimitada de la que el partido representa solo una parte
infinitesimal: el equivalente a la comunión dentro del universo católico. El
núcleo es ese, pero la gran maquinaria resulta enormemente más vasta, invasiva
y articulada, y se presenta como un estilo de vida, una vocación, una profesión
de fe. Empieza con el mercado de verano, termina con Matrix.
Minuto 35 de Adiós al fútbol
de Valerio Magrelli
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