domingo, 11 de diciembre de 2011

Non stop

Escribir esto con rabia no evita hacerlo reflexivamente. Es mi reflexión, personal y subjetiva, pero lo que aquí plasmo es lo que mis ojos me han presentado en los 90 minutos vividos hoy en el Bernabéu.

En ocasiones anteriores, sobre todo tras la retahíla de Clásicos de la pasada temporada, hablaba de arbitrajes que marcaron el sino de los encuentros y, por tanto, de las competiciones. Lo que realmente me duele hoy no es la derrota, que también, si no la sensación de impotencia que he visto en los jugadores de nuestro equipo frente a los del Barza. Una zozobra mental de los nuestros que me ha hecho removerme en lo más profundo de mi madridismo llevándome a pensar por unos instantes -¿seremos como los indios contra nosotros?-.

Otros Clásicos dieron mucho que hablar; unos porque si Mou se cagó al poner a Pepe en tal posición, otros que si nos metieron una manita por el culo, etc. etc. etc. Pero la realidad era que en ningún partido fuimos inferiores a ellos. Si los arbitrajes hubiesen sido equitativos los resultados finales habrían sido muy distintos. Sí, incluso el famoso 5-0. Las memorias son débiles y tienden a olvidar rápido, pero con el 2-0 en contra tuvimos al Barza encerrado y Valdés tendría que haberse ido a la calle en una jugada que en un alto porcentaje de posibilidades nos hubiese puesto 2-1 y con uno más.

Pero hoy… Sale un Real Madrid espléndido que en 25 segundos se adelanta en el marcador por hacer lo que todos pensábamos que haría durante los 90 minutos: presionar en todo el campo anulando al Barcelona. El Estadio se viene abajo tras fusilar Benzema a Valdés y ¿a partir de ahí? Lo que mis ojos vieron era un Barcelona temeroso, con sus centrales en el área pequeña y el balón pasando por los pies de su portero constantemente. En la cabeza culé se podía leer el pensamiento –a ver si nos la devuelven-, -¡madre mía! y quedan 89 minutos-. Incomprensiblemente el Real Madrid cede y cede metros mientras el Barza sigue ahogado en la propia colonia que mea su entrenador. Hasta que levantan la vista más allá del área y -¡arrea! Si ya no nos presionan-. Tímidamente se van acercando a nuestro campo y Cristiano les perdona la vida en una de nuestras salidas rápidas. Cuando nos queremos dar cuenta llega el descanso con el 1 a 1 y la gente mirándose ante lo extraño de lo acontecido sobre el verde.

Segundo asalto y seguimos regalando metros. Y ahora también podríamos preguntar ¿por qué? Y podría añadirse ¿por qué… tanta suerte? Justo la que tuvieron cuando se adelantaron en el marcador. Podemos lamentarnos de nuevo con la misma jugada que nos llevó del 2-2 al 1-3. Pero la realidad es que hoy el Real Madrid no ha hecho nada para ganar y la derrota es justa. Me atrevo a decir que más por demérito nuestro que por mérito de ellos.

Incido en lo que dije al principio de este texto de que mi temor no es tanto una derrota en un partido de Liga como que les entre a los jugadores el complejo de indio llorón que acampa en el Calderón. ¡Por ahí no paso! Dentro de unos meses en el orinal de Las Cortes veremos cuánto de cierto hay en mis temores o, esperemos, cuánto de humo. (Si el bombo de la Copa es caprichoso, a lo mejor hay que esperar menos meses de los que pensamos).

Sea lo que sea, estamos en una línea muy buena este año como para volvernos locos por un resultado. Hay que seguir. A fin de cuentas, lo importante es la crisis del Euro.

¡SIGUE REAL!

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